Palabras de John Harold Giraldo, para presnetar el libro "Pleículas Favoritas", el 9 de diciembre de 2015, en la Biblioteca Pública Municipal Ramón Correa Mejía.
“En el
mundo de los teatros de Cine, los antiguos proyeccionistas tenían una forma
contundente para catalogar películas y espectadores, ellos decían: “en el
horario de tres pm hay que ver el cine solo, a las seis acompañado, y, a las
nueve pm hay que verlo ¡muy bien acompañado!”. De esta forma, cuando les
llegaba la copia de la película que iban a proyectar, y después de darle una
rápida e íntima mirada al afiche y a los fotogramas de la cinta, se atrevían a
vaticinar cuál sería el horario de mayor éxito para el filme en cuestión”.
Del libro Mis películas
favoritas
Por: John Harold Giraldo Herrera
Cuando terminé de leer el libro de Jaime Andrés Ballesteros,
tuve de inmediato una especie de peste conservadora: no era la de creerme un
zombi, ni la de estar poseído por alguna enfermedad pegajosa, sino que me
invadía la nostalgia y tuve la idea de que me habían pasado muchos años. Bueno
no es una idea, en realidad el tiempo transcurre tan puntual que ya ni lo
notamos. El cine para la ciudad de Pereira, se ha convertido en un acompañante
de quienes padecemos de cinefilia. Y al tiempo es un gran ojo para conectarnos
con el mundo global. En Pereira, unos extraños jóvenes, con ideas libertarias y
prodigiosas, tuvieron la idea de rendirle tributo a uno de esos escritores
únicos en su especie, que filosofan con historias, y que rumian cerebros con la
palabra, un fatigador de laberintos y diversas parábolas, un teólogo de la
ficción, como lo definiera el investigador y profesor Alberto Verón. Ese mismo,
con un nombre sonoro y que al nombrarlo cubre el ambiente con ciertos enigmas:
Jorge Luis Borges. Tan de la cultura universal como de la latinoamericana, tan
del lunfardo como de los relojes ingleses. En fin, Cine Club Borges hizo que el
rollo del séptimo arte, tuviera una cueva platónica donde los sueños se
fabrican, idealizan y se pervierten.
Entonces, el libro Mis películas favoritas ganador de la
convocatoria de Estímulo 2015 del Instituto de Cultura y fomento al turismo de
la ciudad de Pereira, es un recuento de cómo barajar y barajarse en la pantalla
grande, cómo vivir untado de la sustancia que ancla retinas y mantiene vivas
las entrañas de los deseos. A veces tuve la predicción de estar leyendo una
especie de autobiografía, pero nada, cualquier señalética sobre un libro, no
son más que caprichosas subjetividades, y una forma de sostener discursos de
sentido insignificantes. Vivir la lectura, de modo pasional y sin ningún
interés máxime el de disfrutar las letras, se convierte en un encanto, y en un
privilegio, que debiéramos de defender. Es un modo de la resistencia el ser
lector, como lo dice el escritor Ángel Galeano, en su libro las siete muertes
del lector.
Empezaré diciendo, que de los libros que le conozco a su
autor, recordando los cuentos que ha publicado en compilaciones y la novela de
El guionista, así como sus reseñas de cine para tres pm, o sus artículos sobre
cine; esta forma de contar historias en Mis películas favoritas, como el Pipicasso
(el artista que quiere hacer un Che con su pene en una universidad), o el
celador del prestigioso negocio de mujeres al frente del cine club, o la magia
de advertir amores tras el rollo de la máquina de proyectar y hacer ilusiones.
La posibilidad de que el mundo fragüe sus conspiraciones en uno, con lo que
pasa en pantalla y de repente en la vida detrás del telón o esas insinuaciones
que se viven en el mundo universitario, sus historias me han surtido un efecto
de impresión, como lo llamaba Poe, cuando se refería al hecho de rotular cuándo
un cuento había sido bien desarrollado. Sus tramas de esa calle, en la hoy en
día se venden colchones, de una universidad que pasó de 1500 a estudiantes a 18
mil, la forma de uno encerrarse e ir a estar preso de imágenes en movimiento,
todo eso que ya fue y ahora se resignificó, me han dado una gran nostalgia.
Pero me sacudo y aplaudo que el gesto de retener pasajes de
unos lustros que ya fueron. Al leer los cuentos nos desplazamos hacia ese sitio
ya mítico y emblemático, de un cine club, que fue sala de proyección, lugar de
exposiciones, cafetería y bar, y sitio para enriquecer la cultura. Entonces
volvemos al pasado y nos estremecemos, tal vez, los cuentos nos hacen sentir
testigos de unos momentos, esos mismos donde hubo bríos y que la recordarlos
nos ofrezcan alientos. Eso tampoco importa, aunque influye, porque de sorpresas
y saltos, de ritmos y ambientes, de personajes extraños y corrientes y unos que
son inclasificables, se ha edificado este libro. Uno que ya debe ser dispuesto
como referente para quienes gozan con el placer de lo estético y con esos que
divagan por ahí en busca de situaciones que muestren variantes del vivir. Es un
libro para saber más de cine, pero en cualquier caso, para divertirse. Yo lo he
hecho, soy portador de sus efectos; sus letras, su fuerza narrativa, le han
dado una pieza a ese rompecabezas de la cultura, tan imprecisa e
inclasificable, tan ambigua y rica, como la que se va construyendo en Pereira.
Mis películas favoritas, son desde luego, manifestaciones,
expresiones vivas de un rollo que va más allá de un gran ojo, o de un
desenfrenado giro en pantalla, constituye una butaca desde donde apreciar una
secuencia del devenir de esta tierra, como también son historias universales
para re-crearnos, no importa que nos invada la nostalgia, una variada gama de
situaciones nos deleitan.
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