martes, 15 de diciembre de 2015

VIDA SECRETA DE LAS PALABRAS DEL LIBRO “PELÍCULAS FAVORITAS”

Palabras del autor del libro "Películas favoritas", Jaime Andrés Ballesteros Aguirre, en la presentación de los libros ganadores de la Cuarta Convocatoria Municipal de Estímulos 2015, el 9 de diciembre de 2015, en la Biblioteca Pública Municipal.


“El cine se ve en el horario de 3 pm solo, a las 6 pm acompañado, y, a las 9 pm hay que verlo ¡muy bien acompañado!”, esas fueron las contundentes palabras que me regaló don Albeiro, un proyeccionista de los de antes, de los que comenzaron presentando cine en proyectores que funcionaban con carbón. Cuando digo proyeccionistas de los de antes, quiero decir de los verdaderos, pero como casi todos ya son fantasmas, incluyéndolo a él, no sé si el calificativo funcione. En todo caso me las regaló un día de la última semana de marzo del 2001, semana en la que se inauguró un pequeño teatro de madera que acogió aquella conversación. Guardé esas palabras de una forma especial, quizá porque el oído era el último de los sentidos que mantenía en buen funcionamiento,ya que los demás se habían atrofiado por la atmósfera de aserrín en la que tuve que vivir por esos días de construcción de sueños. De todas formas no me resultó difícil guardarlas, porque me las dijo en la cabina de proyección del pequeño teatro Cinema Paraíso, en la sede del Cine Club Borges, un cofre perfecto para atesorar palabras.

Esas palabras regaladas, fueron la semilla del libro de cuentos que se presenta hoy.

Eso ocurrió en la carrera octava entre calles veintisiete y veintiocho, en una cuadra verdadera, de las de antes… De las de antes del Megabus, justo en la frontera entre dos centros citadinos, en la cuadra que separaba la Pereira del comercio válido pujante, de la Pereira de los billares y prostíbulos, también pujantes.
Luego, como no salí de ese cofre por los siguientes años, envalentonado por el tiempo, hice mías las palabras al aire de don Albeiro, y las convertí en otra cosa… Las convertí en apuntes temblorosos. En el Borges estuvieron por varios años, temerosas, escondidas entre otras palabras escritas menos amables: entre muchas cuentas por pagar, algunas por cobrar, y entre recibos contables de diferentes pelambres. Hasta que se escaparon del cajón de los papeles importantes pero que no se sabe muy bien qué hacer con ellos; y de tanto buscarlos, empecé a ver aquellos apuntes hechos carne, materializados en los espectadores que visitaron la sede del Cine Club Borges por años.



Más tarde, cuando se cerró el pequeño teatro de madera, empecé a escribir una novela, quizá por la apremiante necesidad de seguir guardando palabras, y entonces los apuntes hechos carne, los aprisioné en el papel, y se convirtieron en capítulos de novela. Pero eso fue por poco tiempo, porque de nuevo se escaparon, y cerré el manuscrito sin ellos, condenándolos a la categoría de palabras sobrantes.


La vida continuó, y me encerré en un nuevo cofre, pero este ya no tenía proyectores y butacas de cine, sino tableros y pupitres; me encerré en la academia.Y mientras hacía mi maestría, retomé el coraje y capturé aquellas palabras sobrantes por el cuello. Las torturé, les inyecté un ingrediente nuevo, un baño de utilidad de 24 quilates por segundo. Ahora, siendo útiles, reconfiguradas por el régimen del sentido académico, pudieron ser leídas por terceros, pudieron denunciar entre líneas su historia viajera;con la fortuna de que esos terceros eran escritores verdaderos, de los de antes. Me refiero a Rigoberto Gil Montoya y Octavio Escobar. Ellos, liberaron las palabras, retornándolas a su estado original, a ser de nuevo palabras al aire; y aunque no lo hicieron con la mística de quien vivió del carbón, si lo hicieron con la misma contundencia.Me dijeron: “¡esos no son capítulos de novela, son cuentos, y están lejos de estar terminados!”. Entonces dejé de torturarlas, y me puse a consentirlas por meses.



Así pues, después de ser palabras al aire, apuntes temblorosos, carne de espectadores, capítulos sobrantes, textos útiles, finalizaron su viaje tortuoso pero inevitable: vinieron a morir como cuentos del libro que se presenta hoy.

Ahora sólo les pido una cosa, que me ayuden a revivirlas, leyendo PELÍCULAS FAVORITAS, haciendo esas palabras… Suyas.

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